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La importancia del desarraigo.

En otras épocas el desarraigo se aplicaba como un castigo que significaba condenar a una persona al olvido y la soledad. El que provenía de otro lado era observado con mala cara, sabiendo que a excepción de los juglares, solo los asesinos, usureros y sinvergüenzas erraban por tierras desconocidas. En el mundo globalizado el desarraigo tiene otro significado, pero no por eso deja de ser menos difícil de llevar. Ya sea por razones de trabajo o de índole personal, la decisión de dejar la tierra natal para conocer nuevos mundos lleva consigo miles de consecuencias que pueden ser buenas o malas, dependiendo del cristal con que se lo mire.

 

Tal vez lo más difícil de todo sea dejar a los seres amados, familiares o amigos, y no poder contar con su presencia en los momentos de angustia, de tristeza, o de grandes alegrías. Hay maneras de vencer las distancias y permanecer comunicados, lo que en algunas ocasiones puede ser suficiente, pero no hay manera de transportar un beso o un abrazo.

 

El desarraigo anula el romanticismo de los lugares asociados a recuerdos. Ninguna calle por donde uno camine va a ser aquella por donde paseaba en triciclo, o donde se escondía con los compañeros de la primaria cuando se escapaban del colegio. No existe ese rincón de la ciudad que nos transporta al primer beso o a la mayor vergüenza de la infancia. El pasado es impenetrable en lo tangible del desarraigo. No hay árboles que nos recuerden a la niñez, no hay encuentros casuales con compañeros de la primaria.

 

En general, los primeros años del exilio son los peores. Son los años en que no encontramos las direcciones y nos perdemos en laberintos interminables de calles sin sentido, los años en que no tenemos con quién compartir las fechas importantes, los años en que no tenemos un almacenero de confianza que nos venda fiado, o ese grupo de amigos con el que pasar los fines de semana.

 

Sin embargo vivir en un lugar nuevo es un permanente descubrir. Calles, plazas, comidas, aromas, horarios, costumbres, amigos, bebidas, lenguajes, personajes y canciones. Todo es novedad y todo es comparable con lo que ya conocemos, con el pasado, con el hogar, que nos sirve de parámetro para valorar las cosas. ¿Es mejor o peor que lo que se hace en mi pueblo?

 

Además, el desarraigo tiene un encanto que todo el mundo tiene que experimentar por lo menos una vez en la vida, que es poder empezar de nuevo. Dejar de lado todo lo que el pasado te cargó sobre las espaldas y caminar libre, sin importar los errores que cometiste, sin importar las palabras que alguna vez dijiste, sin importar si alguna vez heriste a alguien o alguien te hizo daño.  Es una oportunidad de hacer las cosas bien, con la ventaja de tener la experiencia de cómo salieron antes.

 

Quizás lo más importante del desarraigo sea la oportunidad de demostrar lo que uno es. Durante el desarraigo no sos el hermano ni el primo ni el sobrino de nadie, sos vos, tu voz, tu rostro, tus ideas y tu carácter.  El desarraigo puede demostrarte quién sos cuando nadie puede tomar las decisiones por vos. Quién sos cuando no tenés familiares a quién acudir por auxilio ¿De qué estás hecho? ¿De qué sos capaz? El desarraigo es eso, es cortar las raíces que te atan al suelo para echar a andar, o a volar.

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