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Sobre el billete de cien dólares.

El rostro que ilustra el billete de cien dólares pertenece a Benjamin Franklin, inventor, escritor y político estadounidense. Colaboró en la declaración de la independencia y es uno de los dos únicos personajes que aparecen en la moneda estadounidense que no fueron presidentes de su país. El otro es Alexander Hamilton, primer Secretario del Tesoro y creador del primer banco de estados unidos. Por su parte, Franklin creó los lentes bifocales, el odómetro, el catéter urinario flexible, la chimenea de Pensilvania y su más célebre invento; el pararrayos. Esa es la imagen que la mayoría de las personas que fueron al colegio y prestaron atención tienen en el inconsciente sobre Benjamín Franklin. Él volando su cometa en medio de la tormenta para descubrir la electricidad.

 

Franklin no descubrió la electricidad, la describió. Documentó sus hallazgos para poder convencer a los demás sobre sus ideas y así definió el principio de conservación de la electricidad en sus Experimentos y observaciones sobre la electricidad. Gracias a estas ideas revolucionarias comenzamos a desarrollar fuentes de energía diversas para acompañar el progreso de nuestra calidad de vida. La electricidad es la energía que alimenta a la sociedad moderna. Hoy, en el año 2013, suena casi imposible vivir sin fuentes de electricidad. El celular, la cámara de fotos, la computadora, el auto, el microondas y la heladera tienen que funcionar sin importar cómo. Sea solar, eólica, hidroeléctrica, hidrocarburos, nuclear, carbón, uranio u otros minerales, las fuentes de energía son factores esenciales del desarrollo de la humanidad.

 

El precio del petróleo mueve la economía del mundo y es motivo suficiente para desencadenar una guerra. La potencia mundial, Estados Unidos, necesita del petróleo para asegurar el estándar de vida de sus ciudadanos, pero sobre todo de sus magnates. También lo necesita para mantener su poder de fuego, su hegemonía. El petróleo se comercializa en el mercado internacional a valor de dólar. Curiosa casualidad que la máxima denominación del billete lleve impresa la cara de Benjamin Franklin, la persona que descubrió que atesorando la energía se podrían lograr grandes avances. Alexander Hamilton comprobó también que atesorando dólares se puede lograr el progreso.

 

Hay otra figura que nunca será rostro de ningún billete y que muy pocas personas conocen, incluso aquellos que fueron al colegio y prestaron atención. Su nombre es Nikola Tesla, todos los ingenieros saben quién es y el alcance de su obra. A él le debemos la corriente alterna, los rayos X, la radio, ¡el control remoto!, la bobina de alto voltaje, las lámparas fluorescentes, la energía hidroeléctrica y los campos magnéticos, entre otras cosas. Pero la historia de Tesla difiere bastante de la de Franklin y del dólar.  

 

Tesla vivió una época distinta, caminó la tierra cien años después de los padres fundadores de su segunda patria; él nació en Hungría pero luego adoptó la nacionalidad estadounidense. Su gran enemigo fue Thomas Alva Edison, otro destacado inventor y mejor empresario; gracias a él conocemos la obsolescencia programada. Thomas Alva contrató a Nikola para trabajar en la Continental Edison Company, una de las primeras sociedades de lo que hoy se conoce como General Electric (GE), la gran corporación mundial. Edison se aprovechó de la inocencia de Tesla y lo engañó con pagarle una enorme suma de dinero por mejorar los motores y generadores de su empresa. Nikola cumplió con su parte del trato y Thomas le dijo que la propuesta era en realidad una broma, negándose así a darle el dinero prometido. De esa manera nació la rivalidad.

 

En los años siguientes Tesla se propuso demostrar las ventajas de sus sistemas eléctricos sobre los de Edison, quien también contratacó y llegó a crear la silla eléctrica con el único fin de exponer las propiedades destructivas que podía alcanzar la corriente alterna desarrollada por Tesla. El tiempo le dio la razón a Tesla pero la historia lo borró de sus manuales del colegio. Debido a sus manifestaciones y predicciones, sus contemporáneos lo tomaron como un mero científico loco.

 

Las locuras que proponía Tesla eran cosas como un auto eléctrico, o proponer el sistema de energía libre, gratuita, limpia e inagotable. Según él las fuentes de energía son inagotables y podemos abastecer el mundo entero con energía eléctrica sin tener que depender de combustibles fósiles, adoptando otras fuentes limpias, renovables y sustentables. Podemos crear un circuito de mayor eficiencia, con menor impacto sobre el medio ambiente y que funcione como un aliviador de la economía, no un estrangulador. Por proponer eso es que la figura de Nikola Tesla nunca ilustrará moneda alguna.

 

La semana pasada la Reserva Federal emitió nuevos billetes de cien dólares, con el rostro de Franklin por supuesto. Según comentan los medios, la nueva divisa contiene mejor tecnología para prevenir la falsificación de la moneda en lo que parece una lucha contra el fraude. Lo que ningún medio dice es que esta nueva emisión de billetes aumenta el dinero disponible en el mundo, genera inflación y mejora la capacidad adquisitiva de Estados Unidos. Como la Reserva Federal no tiene que pedir permiso a nadie para imprimir dinero, y tampoco respaldarlo con ningún bien físico, como el oro, es capaz de generar riqueza de la nada misma. “Out of thin air”, diría Benjamin. Un verdadero fraude, diría Tesla. Esto es lo que a mí me gusta llamar el principio de conservación del poder y del capital. Yo no lo descubrí, tan solo describí una mínima parte de ello.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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