La importancia de perder la noción del tiempo
El tiempo es una convención humana, así como los números, que sirve para adecuar fenómenos naturales a nuestros estándares de pensamiento. Nadie sabe realmente lo que dura un segundo, y todos pueden dar impresiones distintas de cuánto duró la última hora. De pequeños no entendemos ni registramos este concepto y es por eso que la infancia es una fase eterna y llena de felicidad.
En el momento en que racionalizamos lo que significa el tiempo nos sentimos mortales y vulnerables. Desde ese instante no hay vuelta atrás y todas nuestras acciones pasan a ser un juego contrarreloj para aprovechar al máximo los amaneceres que nos quedan por delante. Todo se mide en tiempo y nos irrita perderlo en vano. Muchos de los grandes inventos tecnológicos de la vida moderna fueron concebidos con el objetivo de ahorrar tiempo.
Los transportes, por ejemplo, nos ahorran el tiempo de traslado sin importar el daño ecológico que provocan. Es más importante llegar a tiempo al trabajo que cuidar áreas naturales. Cuando no queden recursos que explotar nos va a sobrar el tiempo para buscar otra manera de sobrevivir, pero mientras tanto seguimos adelante porque el tiempo no para y nuestras existencias tienen fecha de vencimiento.
Sin embargo los momentos más felices en la vida de una persona ocurren cuando logra perder la noción del tiempo y dedicarse íntegramente a disfrutar de lo que está haciendo. Sumergirse en un libro hasta que la luz desaparezca, conversar con alguien hasta notar que los mozos del bar están juntando las sillas y barriendo la vereda, bailar hasta que la música deje de sonar, jugar a la pelota en la calle hasta que una voz grita “¡A comer!”.
Las relaciones que más valoramos son aquellas que se resisten al paso del tiempo. Los amigos más entrañables son aquellos con los que podemos pasar años sin vernos, pero cada vez que nos reunimos con ellos es como si los hubiéramos visto el día anterior. Las historias más importantes son las que resisten al paso del tiempo.
Es importante, por lo menos una vez al día, olvidarse del tiempo y dedicarse de lleno a vivir la vida sin importar lo que nos rodea, porque ese es el tiempo que ganamos y no se traduce en oro, se convierte en felicidad.